ESCUELA PRIMARIA "MI PATRIA ES PRIMERO"

miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL IMPERIO ROMANO.


HISTORIA SEXTO GRADO TERCER BIMESTRE.



        Datos arqueológicos e históricos indican que aproximadamente en el año 753 a.C. varios grupos humanos, llamados latinos, viajaron desde los Alpes hasta el actual territorio de Italia. Sin embargo no fueron los primeros habitantes de la región; cuando llegaron ya se encontraban ahí los etruscos. Hay pocos conocimientos acerca de este pueblo. Lo que se sabe de ellos se debe a los escritos de autores griegos y romanos, así como a algunos restos materiales, pero se considera que fueron una de las principales influencias de los romanos. 

        Los etruscos dominaron a los latinos; la unión de estos grupos dio origen al pueblo romano. Al asentarse en el centro de la actual Italia se concentraron en aldeas que se unieron para defenderse y comerciar. Así surgió la ciudad de Roma.



        En Roma coexistían varios grupos sociales: los patricios (personas con privilegios que podían votar en elecciones), los plebeyos (la población de escasos recursos), los libertos o trabajadores libres, y los esclavos. Las prin­cipales actividades de la civilización romana eran la pesca, la navegación, la cría de ganado y la agricultura (sobre todo el cultivo de la vid y del olivo).



De la monarquía al imperio 

        La historia de la civilización romana se divide en tres periodos. El primero, de los años 753 a 509 a.C., corresponde a la monarquía: el pueblo era goberna­do por un rey que tomaba todas las decisiones y cuyo cargo era hereditario y vitalicio (es decir, de por vida). Roma fue gobernada por siete reyes, etruscos y latinos, en diferentes periodos. 

         En el año 509 a.C. se inició la república. En ésta había un senado com­puesto por 300 integrantes que elegía a dos cónsules o jueces superiores. Estos últimos eran quienes dirigían el gobierno, ambos permanecían en el cargo por un año y tenían igual poder, pero para tomar decisiones debían consultar al senado. 

        Durante la república comenzó la expansión de los romanos: conquistaron varios pueblos y lograron el control del mar Mediterráneo y de lo que hoy es Italia. Además de brindarles experiencia política y administrativa, todo esto les permitió asimilar elementos de otras culturas, de ahí que tuvieran gran influen­cia de los griegos. La república llegó a su fin en el año 27 a.C., luego de que estallaron algunas guerras en las que varios grupos luchaban por el poder.



          El último periodo de la civilización romana fue el imperio, que abarcó desde el año 27 a.C. hasta el 476 d.C. El primer emperador fue el político y militar Octavio Augusto (hijo adoptivo de Julio César, quien había sido asesinado por los senadores al tratar de restablecer la monarquía durante la república). 


         En esta etapa el gobierno era encabezado por el empe­rador, quien concentraba toda la autoridad. Era común con­seguir el apoyo de los plebeyos mediante el llamado “pan y circo”, es decir, dándoles comida y diversiones (como las luchas de gladiadores en el Coliseo). El comercio marítimo y terrestre, así como la industria, tuvieron gran desarrollo, por lo que surgieron nuevas ciudades. 

       Los romanos forjaron un extenso imperio, que se fue debi­litando con el tiempo hasta que finalmente se desintegró en el año 476 d.C.




La expansión y organización del imperio 

           En su expansión, el imperio romano dominó territorios que hoy abarcan cerca de 40 países de Europa, Asia y África. Esto fue posible gracias a su organización y su control militar. En lo político, se dividía en provincias, que eran regidas por gobernadores, a quienes designaba el emperador. 


          Para comunicar a las ciudades y provincias romanas se construyó una extensa red de caminos, vías y puertos, que además favorecía el comercio. Los romanos también se preocuparon por proveer agua para el consumo humano. En las ciudades donde este líquido no estaba al alcance, se llevó mediante acueductos. Por ejemplo, el agua que llegaba a Roma se transportaba desde los Montes Apeninos (que se encontraban a 45 kilómetros de distancia), usan­do filtros a lo largo del recorrido.


        En general existía la libertad religiosa, porque Roma no imponía ideas políticas o credos en los territorios conquistados, siempre y cuando se considerara que el culto no atentaba contra la dignidad del emperador o la seguridad del impe­rio (como ocurrió con los cristianos). Además, se solía respetar las ideas y costumbres de las provincias; sólo se les desarmaba y se les exigían contri­buciones económicas. 



          Para mantener un imperio tan grande se recurrió a un numeroso ejército, encabezado por el emperador; también se establecieron alianzas con otros territorios que resultaban útiles para la defensa y para controlar rutas comer­ciales. La unidad monetaria del imperio era el denario de plata, que se empleó tanto en Roma como en los territorios vecinos desde principios del siglo i hasta finales del siglo III d.C.



La vida cotidiana en Roma 

        Los habitantes de la antigua Roma se ocupaban en diversos trabajos. Los ciudadanos ricos gastaban grandes sumas de dinero para tener una carrera. Las más demandadas eran las relacionadas con la política, ya que les permi­tían conseguir altos cargos en el gobierno, aunque también podían estudiar otras, como leyes o medicina. En el campo la mayoría de las personas se dedicaba a trabajar la tierra; en las ciudades había oficios como herrero, artesano, actor y maestro, entre otros. 

          En relación con el entretenimiento, era común que los adultos practicaran actividades como lanzamiento de disco o jabalina y montaran a caballo; también eran aficionados a jugar dados y a asistir al Coliseo a presenciar combates entre gladiadores, luchas entre animales salvajes y competencias de carros. Otra diversión popular era el teatro. 

          Los niños jugaban a ser gladiadores o a la pelota, porque era una buena forma de ejercitarse; además usaban carritos de juguete y figurillas de ani­males (como perros). A las niñas se les preparaba para el matrimonio desde los siete años, y se divertían con muñecas de marfil. Muchas de ellas se casaban cuando tenían entre diez y doce años, por lo que era común que fueran madres desde los trece años.

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